domingo, 18 de junio de 2017

JOSUÉ. CAPÍTULO 24.

Renovación de la alianza (Ex 19; 24; Dt 29-30)

1Josué reunió a las tribus de Israel en Siquén. Convocó a los ancianos de Israel, a los cabezas de familia, jueces y alguaciles, y se presentaron ante el Señor. 2Josué habló al pueblo:
-Así dice el Señor, Dios de Israel: "Al otro lado del río Éufrates vivieron antaño vuestros padres. Téraj, padre de Abrahán y de Najor, sirviendo a otros dioses. 3Tomé a Abrahán, vuestro padre, del otro lado del río, lo conduje por todo el país de Canaán y multipliqué su descendencia dándole a Isaac. 4A Isaac le di Jacob y Esaú. A Esaú le di en propiedad la montaña de Seír, mientras que Jacob y sus hijos bajaron a Egipto.
              5>>Envié a Moisés y a Aarón para castigar a Egipto con los portentos que hice, y después os saqué de allí. 6Saqué de Egipto a vuestros padres, y llegasteis al mar. Los egipcios persiguieron a vuestros padres con caballería y carros hasta el Mar Rojo; 7pero gritaron al Señor, y él puso una nube oscura entre vosotros y los egipcios; después desplomó sobre ellos el mar, anegándolos. Vuestros ojos vieron lo que hice en Egipto. Después vivisteis en el desierto muchos años. 8Os llevé al país de los amorreos, que vivían en Transjordania; os atacaron y os los entregué; os apoderasteis de sus territorios; y os los quité de delante.
             9>>Entonces Balac; hijo de Sipor, rey de Moab, atacó Israel; mandó llamar a Balaán, hijo de Beor, para que os maldijera; 10pero yo no quise oír a Balaán, que no tuvo más remedio que bendeciros, y os libré de sus manos.
11>>Pasasteis el Jordán y llegasteis a Jericó. Los jefes de Jericó os atacaron: los amorreos, fereceos, cananeos, hititas, guirgaseos, heveos y jebuseos, pero yo os los entregué; 12sembré el pánico ante vosotros, y expulsasteis a los dos reyes amorreos no con tu espada ni con tu arco; 13y os di una tierra por la que no habíais sudado, ciudades que no habíais contruido y en las que ahora vivís, viñedos y olivares que no habíais plantado y de los que ahora comés".
14Pues bien, temed al Señor, servidle con toda sinceridad; quitad de en medio a los dioses a los que sirvieron vuestros padres al otro lado del río y en Egipto, y servid al Señor. 15Si os resulta duro servir al Señor, elegid hoy a quien queréis servir:  a los dioses que sirvieron vuestros padres al otro lado del río o a los dioses de los amorreos en cuyo país habitáis, que yo y mi casa serviremos al Señor.
16El pueblo respondió:
-Lejos de nosotros abandonar al Señor para ir a servir a otros dioses! 17Porque el Señor, nuestro Dios, es quien nos sacó a nosotros y a nuestros padres de la esclavitud de Egipto, quien hizo ante nuestros ojos aquellos grandes prodigios, nos guardó en todo nuestro peregrinar y entre todos los pueblos que atravesamos. 18El Señor expulsó ante nosotros a los pueblos amorreos que habitaban el país. También nosotros serviremos al Señor: ¡es nuestro Dios!
19Josué dijo al pueblo:
-No podréis servir al Señor, porque es un Dios santo, un Dios celoso. No perdonará vuestros delitos ni vuestros pecados. 20Si abandonáis al Señor y servía a dioses extranjeros, se volverá contra vosotros, y después de haberos tratado bien, os maltratará y os aniquilará.
21El pueblo respondió:
-¡No! Serviremos al Señor.
22Josué insistió:
-Sois testigos contra vosotros mismos de que habéis elegido servir al Señor.
Respondieron:
-¡Somos testigos!
23-Pues bien, quitad de en medio los dioses extranjeros que conserváis y poneos de parte del Señor, Dios de Israel.
24El pueblo respondió:
-Serviremos al Señor, nuestro Dios, y le obedeceremos.
25Aquel día Josué selló el pacto con el pueblo y les dio leyes y mandatos en Siquén. 26Escribió las cláusulas en el libro de la Ley de Dios, agarró una gran piedra y la erigió allí, bajo la encina del santuario del Señor, 27y dijo a todo el pueblo:
-Mirad esta piedra, que será testigo contra nosotros, porque ha oído todo lo que el Señor nos ha dicho. Será testigo contra vosotros para que no podáis renegar de vuestro Dios.
28Luego despidió al pueblo, cada cual a su heredad.
29Algún tiempo después murió Josué, hijo de Nun, siervo del Señor, a la edad de ciento diez años. 30Lo enterraron en el término de su heredad, en Timná Séraj, en la serranía de Efraín, al norte del monte Gaas.
31Israel sirvió al Señor mientras vivió Josué y los ancianos que lo sobrevivieron y que habían visto las hazañas del Señor en favor de Israel.
32Los huesos de José, traídos por los israelitas de Egipto, los enterraron en Siquén, en el campo que había comprado Jacob a los hijos de Jamor, padre de Siquén, por cien pesos, y que pertenecía a los hijos de José.
33También murió Eleazar, hijo de Aarón. Lo enterraron en Guibeá*, población de su hijo FIneés, que la había recibido en propiedad en la serranía de Efraín.

Explicación.

24 Después del discurso de Josué, última voluntad del jefe, que emprende "el viaje de todos", esperábamos la noticia de su muerte y sepultura. Esta se retrasa para dar paso a un acontecimiento capital: la renovación de la alianza. Es patente la intención del autor último de marcar al final el paralelismo Moisés = Josué, paralelismo que asegura la sucesión. En dos puntos se respeta el paralelismo: discurso de amonestación y ceremonia de la alianza. En otros puntos falta la correspondencia: Josué no compone un cántico ni pronuncia bendiciones tribales, como hizo Moisés (Dt 32 y 33). El autor no está en vena poética y considera suficientes los oráculos tribales de Gn 49 y Dt 33. En compensación, dedica gran atención y cuidado a componer la escena de la renovación de la alianza. Por ellos, este capítulo, completado con 8,30-35, nos ofrece un modelo muy interesante que hay que estudiar junto a Ex 19-20 y 24.
Josué congrega al pueblo para una acción litúrgica en el centro de la tierra prometida. En nombre de Dios, como liturgo oficiante, pronuncia el "prólogo histórico", es decir, la serie articulada de beneficios históricos que el soberano ha otorgado a su pueblo y que van a justificar la alianza (v. 2-13). Sigue un diálogo apretado y estilizado de Josué con la asamblea para conseguir una aceptación de la alianza plenamente responsable y formulada con validez jurídica (14-24). Sigue el rito de conclusión de la alianza, simplificado (25-27). Finalmente Josué despide al pueblo (28). No enumera explícitamente las estipulaciones de la alianza, que son primero el decálogo y después un código y también las adiciones de Moab;  basta con hacer referencia global a ellas (25-29). En cuanto a las bendiciones y maldiciones, están aludidas y son el tema del fragmento complementario, anticipado en 8,30-35.
El recuento de beneficios, que a primera vista puede dar la impresión de una serie desligada, está cuidadosamente construido. El esquema fundamental de la salvación se expresa con la bina verbal salir-entrar o scar-meter, según el sujeto de la acción sea el hombre o Dios. Este esquema binario se hacer ternario por la inserción de una etapa intermedia en el desierto, con los verbos caminar-conducir. La versión presente dedica bastante espacio al sacar y al introducir y despacha en una frase los cuarenta años del desierto: salir (5-7ab), desierto (7c), entrada (8-13).

Novedad notable de este prólogo histórico es remontarse a la etapa de los patriarcas. Así presenta la posesión como cumplimiento de la promesa, y hace que todo arranque de una eleccion personal (v.3).

Algunas repeticiones estilísticas marcan o matizan en contrapunto la composición. El verbo yshb = habitar suena tres veces: en Mesopotamia (v.2), en el desierto, uso anómalo (7c), en el país cananeo (13), y está evitado en Egipto (4). El verbo ntn = dar, se repite seis veces, tres veces en la etapa patriarcal, tres veces en la etapa final, de posesión de la tierra; la simetría producirá algunas asimetrías significativas respecto al don; Dios es el dador.

Los numerosos verbos en primera persona enuncian el protagonismo de Dios en la historia, del principio al final. Por eso disuenan los verbos con Yhwh sujeto en tercera persona, como si fueran cita de otra versión litúrgica no armonizada. Es un protagonismo que no anula la intervención de personajes y fuerzas históricas: lo que sucede es que el Señor derrota a las hostiles, somete a las rivales, utiliza otras. Así se frustra la agresión bélica de varios pueblos, la persecución de los egipcios, la maldición intentada de Balaán, la barrera de las aguas. Es un cuadro dramático este prólogo, no una enumeración monótona. Por su parte, algunos verbos en segunda persona dirigidos a los israelitas, indican su participación activa en los sucesos, niegan enfáticamente su participación en el don final.

Hay que leer en voz alta, bien declamados estos versos libres. Varios siglos de historia están abarcados en una visión unitaria de gran aliento: es la visión de una fe madura que embalsa siglos de reflexión.
24,2 Dt 26,5-9.

24,2-4 Etapa patriarcal. Comienza la historia en tiempos inmemoriales en Mesopotamia, donde se encontraban las raíces étnicas del pueblo. En la perspectiva del capítulo, los antepasados servían o daban culto a "otros dioses".
           "Tomé" es verbo de elección. Todo se concentra en un sólo hombre, introducido con su segundo nombre, Abrahán (no Abrán, que sería coherente con la versión del Génesis). Dios "lo hace caminar" por la tierra, prometida y no entregada todavía. El don por el momento no era la tierra, sino un descendiente legítimo, Isaac.

24,3 Gn 12.

24,4 Nuevos dones en que comienza a bifurcarse la historia. A Isaac Dios le "da" dos hijos, el menor antecede al mayor; a Esaú le entrega una tierra; a Jacob nada, Esaú reposa (es diversa la versión de Gn 27,40) y se sale de la historia dramátcia: no será actor ni testigo de ella. Jacob, en vez de recibir un don, tiene que emigrar a Egipto. En Egipto concluye la etapa patriarcal.

24,5-7b Desaparecen los cuatrocientos años oficiales de estancia en Egipto y se salta a la salida o liberación. Comienza con una "misión", con el verbo shlh, primera de tres presencias.
              La salida presenta algunas incoherencias gramaticales en cuanto a la persona que actúa: vosotros/vuestros padres. "Os saqué a vosotros... saqué a vuestros padres... vosotros llegasteis... ellos gritaron... vosotros y los egipcios... vuestros ojos vieron". En la incoherencia gramatical se aprecia a primera vista cierta torpeza narrativa; a segunda vista se aprecia la voluntad de unificar litúrgicamente la generación de salida y la de la entrada.
              El largo merodear como beduinos o seminómadas por desiertos y estepas no merecía la denominación "habitar". No creo que se le haya escapado por descuido al autor. Quizá ha querido equilibrar con un verbo ponderoso la brevedad del espacio dedicado a la etapa reciente del desierto.

24,6 Éx 14-15.

24,8-13 Llama la atención el espacio dedicado a la etapa final. Comienza con un resumen programático en el v.8. La entrada en la tierra resulta más belicosa que la salida, a los dos lados del Jordán.
             En Transjordania el episodio de Balaán ocupa el puesto tradicional de Sijón rey amorreo y Og rey de Basán. Por sus artes mágicas es contrapartida de los magos de Egipto. Lógicamente, Balaán invoca a sus divinidades para maldecir a los intrusos; ilógicamente el Señor no invocado dice "no quise escucharle". Porque impera otra lógica superior: sólo el Señor controla las bendiciones y maldiciones y convierte a Balaán en oráculo suyo.
            El paso del Jordán es simplemente mencionado, sin amplificación. En Cisjordania recomienza la guerra. La versión militar se impone: en la conquista de Jericó contra la versión del cap.6; en la acumulación enumerativa de enemigos, incluso los "dos reyes amorreos", que pertenecen a Transjordania, que son Sijón y Og. Pero es una guerra santa, que no deciden las armas humanas, "espada y arco", sino el "pánico" infundido por Dios. Pánico que actúa como contrapartida de las aguas que se desplomaron sobre los egipcios.

24,13 El don de la tierra subraya la gratuidad, con expresiones semejantes a las de Dt 6,10-11. En el momento inicial los israelitas no se fatigan, no construyen ni plantan, encuentran casa y mesa puesta. Todo es gracia.
         En la etapa próxima tendrán que añadir su esfuerzo. El verbo yshb = habitar cierra con pausa de reposo el gran prólogo histórico.

24,14 Comienza el diálogo con una partícula enfática que expresa la consecuencia de lo dicho: pues bien, por tanto, por consiguiente. Y como el servicio es exclusivo, el pueblo ha de quitar de en medio las imágenes de los demás dioses: compárese con Gn 35,2-4. Yhwh no acepta ser uno más de un panteón, ni siquiera acepta el primer puesto de la serie; para Israel ha de ser el único.

24,15 Si esa condición resulta demasiado exigente, el pueblo tendrá que hacer una nueva elección. No se suele decir que el pueblo escoja al Señor, sino lo contrario. (Recuérdese lo que dice Jesús a sus discípulos en Jn 15,16 [ No me elegisteis vosotros a mí, os elegí yo a vosotros y os destiné a que os pongáis en camino, produzcáis fruto y vuestro fruto dure; así, cualquier cosa que le pidáis al Padre en unión conmigo, os la dará.]. El verbo elegir introduce aquí el tema de la libertad. La alianza se ha de aceptar con un acto de libertad responsable, no indiferente. La "casa" de José puede ser la gran familia y puede abarcar toda una tribu. Según Nm 13,16 y 1 Cr 7,20-27, Josué pertenece a la tribu de Efraín y por él a la "casa de José".

24,16 La respuesta del pueblo es unívoca. "Lejos de nosotros" equivale a tachar de blasfemia la propuesta, de apostasía, el no servir. "Abandonar" es lo contrario de sevir; pero abandonar implica una situación precedente de aceptación. No están ante una elección inicial, sino ante una renovación al comienzo de la nueva etapa. Podrían dar marcha atrás, podrían desprenderse del dios de Egipto y del desierto. Pero de ningún modo sería elección neutral, indiferente; sería acto formal de apostasía. La propuesta de Josué es retórica, es aclaratoria y urgente. Moisés proponía al pueblo elegir entre "el bien y el mal, la bendición y la maldición, la muerte y la vida" (Dt 30,15.19). De modo semejante Josué propone al pueblo elegir entre el Señor y los otros dioses.

24,17-18 "Nuestro Dios" equivale a profesión de fe en el Dios de la alianza. El pueblo hace suyo el prólogo histórico resumiendo en tres tiempos la historia de la liberación: salida de Egipto como liberación de la esclavitud; camino por el desierto, que no es "habitar", sino "caminar" (como corrigiendo a Josué); entrada en Canaán.

24,19-20 Josué parece complacerse en poner dificultades al propósito del pueblo. Primero describe a un Dios trascendente y exigente, el Dios "celoso" que no admite rivales: Éx 20,1; 34,14; Dt 4,24; 5,5; 6,15. Después alude a las bendiciones y maldiciones de la alianza: quien elige a ese Dios y acepta su alianza, acepta en raíz las consecuencias de su respuesta. El tema del bien y del mal se plantea aquí radicalmente, como en Dt 30.

24,21 La respuesta del pueblo es más enérgica porque la conciencia de la responsabilidad es más clara.

24,22 Josué insiste pidiendo una especie de juramento, un testimonio solemne. En alianzas internacionales se invocan como testigos los dioses de ambas partes; aquí el mismo pueblo dará testimonio por sí en virtud de su aceptación solemne y pública. En la alianza de Moab Moisés invoca como testigos "cielo y tierra" y deja como testigo el "código de la ley". (Dt 31,28-29). Aquí es testigo el pueblo y lo será la piedra o estela erigida (v.27).

          El rito. No se describe con detalle el rito, que solía incluir un sacrificio: véase Éx 24,1-10. El texto de la alianza se escribe para su validez y se depone en el santuario para su conservación. La expresión "libro de la ley" = seper tôrâ se encuentra en Dt 28; 29 y 30; también Jos 8,31.34; 23,6.26; 2 Re 22,1; etc. Podría tratarse de un pergamino. Moisés escribió en losas de piedra, las llamadas "tablas de la ley", confiriendo solemnidad y duración lapidaria al protocolo. El texto no dice aquí que Josué grabe las estipulaciones en la "gran piedra" erigida como estela. En 8,32 se dice que "escribió sobre las piedras una copia de la ley...". Una estela, con o sin inscripció, podía ser monumento conmemorativo de alianza, como indica Gn 31,31.

          Es interesante la mención de un árbol sagrado junto al santuario. Israel acepta sin dificultad la costumbre cananea, no exenta de peligros: véanse Gn 35,4 (los ídolos enterrados junto a la encina de Siquén); 1 Cr 10,12; Ez 6,23. Esta noticia, la erección de una estela al parecer contra la prescripción de Dt 16,22 y la concepción de que la piedra "ha oído" pueden sugerir una notable antigüedad de la tradición aquí conservada. Siquén con un santuario del Señor, una estela conmemorativa y un árbol sagrado, lugar y recuerdo de una renovación histórica de la alianza, quizá lugar de otras renovaciones periódicas. Y en la cercanía el Hebal y el Garizín, resonadores de maldiciones y bendiciones para el pueblo.

24,23  Gn 35,2.

24,25 Éx 15,25.

24,28 Despachar a cada uno a  su heredad significa una vez más que la tarea de Josué está cumplida, que todas las familias tienen su casa y su terreno donde habitar.

24,29 Al principio del libro Moisés era el siervo del Señor, y Josué era sólo ministro de Moisés. Al morir, Josué es canonizado o declarado "siervo del Señor", como homenaje a una vida elegida y dedicada al cumplimiento de una misión.

24,30 La traducción griega añade aquí que enterraron con él los cuchillos de pedernal empleados para la circuncisión de los israelitas.

24,32 Véanse las noticias de Gn 50,25 (última voluntad de José); Ex 13,19 (Moisés toma los huesos de José); Gn 33,19 (compra del campo).

24,33 Con la muerte del sumo sacerdote Eleazar y la de Josué termina la segunda generación, aunque queden algunos ancianos supervivientes. Loma de Fineés no entraba en las localidades levíticas.

* = Loma.

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